miércoles, 7 de diciembre de 2016

La necesidad fisiológica de Joe Lambada


Iba a ser una mañana cualquiera en Brasilia, la ortodoxa, moderna y a la vez urbanizada capital del selvático Brasil, pues sus gentes fueron interrumpidas de su ordinaria vida por un grotesco espectáculo: la de un hombre blanco de elevada estatura, musculoso, con un pañuelo rojo que le cubría casi por completo los cabellos, con sus dos pistolas en sus fundas y sus brazos desnudos vistiendo un chaleco antibalas a modo de vestuario parado frente a la pared de la sede de gobierno, en posición de orinada. Todo el mundo en el país sabía de quien se trataba aquel funesto personaje, pero la sola mención de su nombre podría causar las más variadas reacciones.


El tráfico en la calle desapareció por completo y ni las hormigas se atrevían a pasar por la acera ni entre aquel par de botas militares negras. Sólo dos agentes de seguridad, pistolas en mano y demasiada cautela, se atrevieron a acercarse al coloso muy lentamente.


- Señor Joe Lambada, aléjese de aquí, esto es un espacio público, no un baño.


Sin siquiera mirarlos, Joe prorrumpió una sarcástica risita y respondio.


- Yojojo ¿Es que acaso no ven que tengo prisa? Déjenme terminar y luego me voy.


De manera muy vacilante, el mismo guardia le dijo


- Señor Lambada, o sino...


- ¿O sino qué?


En fracción de segundos, Joe les dio una gran patada giratoria y los noqueo. Luego volvio a su posición original, con su vejiga apuntando a  la pared.



Pronto quedo rodeado de un batallón del cuerpo de policía, quienes cubriéndose en sus vehículos le apuntaron con sus armas; él sólo se limitaba a seguir dándoles las espaldas mientras esperaba orinar. El oficial de mayor rango le daba la siguiente advertencia con un altavoz.



- Senhor Joe Lambada, voce quedar detenido por alterar el orden público y atentar contra el pudor.


Joe Lambada volvio a reírse.


- Yojojojo ¿Quién te crees tú, el alcalde de esta ciudad?


Y en menos de lo que tardaba en aparecer un relámpago, el maniático los despacho a todos con buenos movimientos de capoeira y uno que otro disparo de sus magnums; sólo dejo con vida a dos hermosas mujeres policías, una blanca y una negra, que todavía yacían en el suelo aturdidas producto de los golpes. La negrita pregunto lo siguiente.


- Señor Lambada ¿Por qué sigue mirándonos? ¿Nos va a despachar a nosotras tambien?


- Nao, yo no golpeo mujeres, aunque hoy tuve que hacer una que otra excepción a esa regla; sin embargo, si quiero les puedo disparar.


Les apunto con el cañon de sus magnum. Muy asustada, la blanquita pregunto.


- ¿Esa no son las famosas matapolicías calibre treinta y ocho?


- Yojojojo, por supuesto que sí, las mismas que use para defender a Gadaffi ¿Qué quieren bailar, la lambada o la samba?


La negrita preguntó.


- ¿De qué está hablando?


- Pues entonces, que sea la Lambada


Acto seguido, Joe Lambada disparo una ráfaga de balas muy cerca de los pies de las chicas; ellas huyeron despavoridas. Él, en cambio, volvió a su posición de orinada.


Muy pronto, volvió a ser rodeado, esta vez por un batallón de las fuerzas especiales; el alcalde estaba entre ellos. Con un altavoz, le anuncio lo siguiente.


- Senhor Joe Lambada, ha rebasado los límites de lo permitido en esta ciudad, o se larga o lo acribillamos con balas.



Entonces, Joe Lambada se dio la vuelta, abrio su chaleco y mostro una especie de aparato con múltiples franjas de luz, de distintos colores en su superficie, una especie de pantalla digital con reloj con cuenta regresiva en su parte superior frontal y un gran botón rojo en su borde superior. El reloj decía que sólo les quedaban tres minutos y contando. El asustado alcalde no necesitaba mucha experiencia técnica para saber de qué se trataba: una sofisticada bomba de tiempo.


- ¡¿Qué se supone que es esto Lambada?! ¿Vas a matarnos a todos?


- Esto, mi querido alcalde, es una bomba de neutrones, así que, déjenme terminar lo que estoy haciendo y nadie saldra lastimado.


- ¿Y cómo se que hablas en serio?


- Eu sou Joe Lambada.


Todo el mundo bajo sus armas, el alcalde quedo mundo y Joe, observándolo todo, apretó el botón rojo; el conteo se detuvo, cerró su chaleco y más de un@ suspiro de alivio. Volvio a darles la espalda para, finalmente, orinarse en la pared. Cerró el broche de su pantalón y camino entre el batallón, quienes le abrieron paso.


- Hago constar que haría lo mismo en el edificio sede del partido de oposición. Por cierto, esto me pasa por tomar mucha moringa, procurare recordarlo. Hasta pronto y feliz navidad.


Se montó en su cuatro por cuatro Land Rover verde, Made in Brazil y arranco a toda velocidad. Muy pronto se vio envuelto en una frenética persecución por las calles de la ciudad. Tras lanzar una granada hacia atrás, que causo una gran explosión, penso lo siguiente en voz alta.


- Yojojojo, no entiendo cómo defienden a estos políticos; hacen más cochinadas que yo en el país y lo tienen funcionando de forma más loca que mi cabeza.


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